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Armando García atestigua la humildad de Fidel Castro

La consternación por la muerte del líder histórico de la Revolución Cubana impacta todavía al escritor hondureño Armando García y a quienes como él pudieron comprobar in situ la modestia y humildad de Fidel Castro.

Con esos términos inició su conversación con Prensa Latina el reconocido cronista de Olanchito, municipio norteño de Yoro, cuya obra prolífica está ligada a la intención de mover a la reflexión sobre los hechos que acusan pero sin abandonar la proclividad al humor distintivo de los catrachos.

Respecto a sus memorias en torno a Fidel, García contó: En ese tiempo los alumnos de Letras y de Economía de Honduras andábamos en un intercambio cultural por La Habana y llegamos a ver a algunos paisanos a esa universidad.

Lo vi por primera vez después de la histórica zafra del año 1970, en medio de jornadas intensas de análisis en torno a los errores ocurridos en ese proceso, en la escuela nacional del partido Antonio Ñico López, y recuerdo que a mitad del debate Fidel salía a fumarse unos cigarros.

Luego lo volví a ver en la Cujae o Universidad Tecnológica de La Habana José Antonio Echeverría, a donde llegó a conversar con todos los grupos que estábamos allí, yemenitas, palestinos, latinoamericanos.

En nuestro grupo estaba el dirigente de la huelga general de los sindicatos de 1954 Juan Bautista Canales y a él se dirigió para preguntarle acerca de la situación en Isletas y de la cooperativa campesina que estaba conformándose en esa localidad del departamento norteño de Colón por el abandono de la estadounidense Unit Fruit Company.

Cuando terminó de conversar con nosotros, poco después de las cinco de la tarde, se dirigió a uno de los que lo acompañaban, le dijo que era mejor que comieran allí y se fueron a comprar el boletico para comer.

En verdad casi todos queríamos darle el boleto para que comiera pero él agradeció y fue a comprarlo, como cualquiera, con 0.50 centavos y se sentó a comer junto a todos.

Cuando fuimos al comedor estaban formadas cuatro filas y, aunque ya sabíamos de sus valores, confirmamos la grandeza y la modestia de Fidel porque lo vimos hacer fila en el grado 23 o 33 de la fila y negarse a ocupar el lugar de otros que lo convidaban a adelantarse.

Más todavía, cuando entró y le dieron su comida, ya no habían cuchillos ni tenedores y apenas alcanzó una cuchara, con la cual se sentó a comer alrededor de una mesa en la que compartían dos yemenitas, dos argentinos, y un colombiano'.

Los hechos hablan por sí solos y ese de sencillo era Fidel, o es, 'porque al final seguirá vivo en la memoria de muchas personas agradecidas por estas tierras', aseveró a manera de conclusión de su relato el hijo orgulloso de la llamada ciudad cívica de Honduras.

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