La corrupción abarca una lista interminable de políticos, policías y empresarios en Honduras
Por monseñor Teodoro Gómez *
Honduras enfrenta una crisis que abarca los ámbitos social, económico y político.
La realidad hondureña está marcada por altos niveles de corrupción, pobreza extrema, migración descontrolada y debilitamiento de las instituciones.
La corrupción es la causa principal de la pobreza y la miseria que se vive tanto en las zonas rurales como urbanas, incluyendo los cinturones de pobreza y los barrios más desfavorecidos.
La corrupción es fuente de violencia, y en este contexto, también circula el narcotráfico.
Hay un descaro en los políticos y en otras instituciones sobre este tema de la corrupción.
Como ejemplo citamos el caso del expresidente Juan Orlando Hernández, hallado culpable por narcotráfico ante una corte estadounidense, al igual que diputados, policías de alto rango, empresarios y una lista que parece interminable.
La miseria se está intensificando debido a la escasez de oportunidades laborales.
Esa realidad ha desencadenado una crisis migratoria sin precedentes, con miles de personas, especialmente jóvenes, abandonando el país a diario en busca de oportunidades debido al desempleo y la persistente inseguridad.
La gente se ha desencantado y se ve obligada a optar por la ruta migratoria, a pesar de todos los riesgos que conlleva.
La migración tiene consecuencias que afectan tanto a las familias como a las fuentes de trabajo.
La migración forzada impone un costo considerable en el tejido familiar hondureño.
Las secuelas de este fenómeno dan como resultado que los hijos quedan desatendidos.
El padre ausente deja de prestar atención, y si la madre emigra con él, los niños quedan al cuidado de la abuela.
Cuando los padres migran y envían remesas, a menudo los hijos las despilfarran, lo que puede vincularse con problemas como el consumo de drogas y otros comportamientos perjudiciales.
La institucionalidad experimenta un deterioro progresivo que debilita la democracia actual y hace que se vea amenazada por la tendencia de los gobiernos entrantes a perpetuarse en el poder, independientemente del partido político al que pertenezcan.
Los obispos hondureños están preocupados ante esta situación.
Y, a pesar de los llamados de la Conferencia Episcopal para que busquen el bien común, los políticos continúan priorizando sus intereses personales, familiares y de partido.
El pueblo está decepcionado con el actual gobierno, el cual poco o nada ha hecho por sacar adelante al país de la situación de miseria que vive.
Los políticos conforman una sola mafia, donde los partidos son prácticamente idénticos, con algunas pocas excepciones.
El gobierno actual se muestra intolerante ante las observaciones y críticas de la oposición y la sociedad civil.
Esta intolerancia se refleja en el nombramiento de personas sin capacidad gerencial en posiciones claves del aparato estatal, solo porque han sido activistas políticos.
*Monseñor Teodoro Gómez, obispo auxiliar de Choluteca, en el informe de la Conferencia Episcopal de Honduras presentado en marzo ante el Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam).