Hondureña logra el sueño americano sobre las ruedas de un furgón
Escrito por Mauricio Banegas
Grand Rapids, Michigan. The Opportunity Post conversó con Andrea Ochoa, la joven hondureña que ha hecho de la cabina de un tráiler su “segundo hogar”, la que a los 16 años emprendió un largo camino a pie y en autobús desde el sur y que hoy transita todo Estados Unidos sobre las ruedas de un pesado vehículo de carga. Esta es su historia condensada en un trabajo periodístico a dos voces.
TOP (The Opportunity Post): ¿Cuáles fueron las circunstancias que la impulsaron a salir de Honduras?
AO (Andrea Ochoa): Mi padre falleció cuando yo tenía 13 años y mi madre en ese tiempo vivía en el Estado de México. Crecí solamente con mi hermana y pensé que en el país donde estaba mamá podría conseguir un trabajo con mejor remuneración; tenía mucha ilusión, ganas de prosperar porque en Honduras no hay posibilidades, y si las hay es con pocos ingresos. Así que las ganas de salir adelante me llevaron a dejar todo atrás.
TOP: ¿Escapar de la estrechez económica y seguir un anhelo personal?
AO: Exacto. Las limitaciones de dinero y el deseo de prosperar, conseguir algunas comodidades que no tuve durante mi niñez. Yo deseaba una casa propia, trabajo fijo, independencia y cumplir con el sueño americano. Por eso salí de mi país. Miraba que otras personas consiguen bienestar en Estados Unidos, y di el paso.
TOP: ¿Quiere contarnos qué fue lo más complicado en la travesía?
AO: Cruzar la frontera a través del río con una lluvia que no cesaba, corriendo con la ropa pesada y los zapatos empapados. Después de un tiempo, ya sin fuerzas en mis piernas, estaba dispuesta a quedarme en medio de la nada, sin esperanza de terminar lo que comencé. Deseaba encontrar buenas personas, pero a la vez sintiendo miedo de que algo malo sucediera. En la ruta son comunes los asaltos, los secuestros y el abuso, además de los animales que pueden causar daño, pero siempre hay gente que Dios coloca en el camino y nos auxilia cuando no podemos más.
Varias de ellas, que no conozco ni recuerdo su rostro, me dieron la mano y me cargaron en sus brazos en momentos de mucha fatiga. Por instantes pensaba en regresar a Honduras pero era muy firmes los deseos de seguir y eso me sostuvo en pie.
TOP: ¿Viajaba sola?
AO: Yo tenía entre mis planes venir a Estados Unidos pero fue una tía que decidió emprender la ruta y me convenció para que lo hiciéramos juntas y apoyarnos una a la otra. Aunque estaba llena de temores, contar con su compañía fue un alivio.
TOP: ¿El largo viaje se convirtió en una especie de preparación en su vida?
AO: Lo más importante es que me hace recordar de dónde soy. Eso ha marcado mi vida al grado que nunca voy a olvidar mis raíces, el esfuerzo que pasé, el dejar todo tirado para comenzar de nuevo. Y tengo que luchar con propósito puesto que Dios me da la oportunidad de despertar todas las mañana; voy a aprovechar cada momento lo que más pueda.
TOP: ¿Qué sucedió tras alcanzar tierra estadounidense?
AO: Cuando pasamos la línea fronteriza yo contaba con 16 años y no sabía de un programa de protección para menores centroamericanos. Recuerdo que unos agentes migratorios nos detuvieron; a mí me colocaron esposas en las manos pero unos minutos después me las quitaron al descubrir que era menor. Al separarme de mi tía me llevaron a “La hielera”, como le dicen.
Estos son Centros de Detención de corto plazo donde los inmigrantes que han cruzado hacia Estados Unidos y son interceptados, deben permanecer (no más de 72 horas) hasta que se define su situación legal.

AO: Asignaron a una abogada que conoció mi caso. Terminada la entrevista supo que calificaba para un estatus con residencia permanente. Ella me habló de los beneficios de acogerse al programa y que podía recibir asistencia médica, ir a la escuela y vivir con una familia seleccionada.
Aunque anhelaba regresar para ver a mi hermana, finalmente me quedé en una Casa Hogar temporal. El gobierno envía aplicaciones a los estados para que acepten menores y entonces consiguieron una familia dominicana en Grand Rapids, Michigan, hasta donde viajamos desde San Antonio, Texas. Allí estuve con la supervisión de una trabajadora social. Mi responsabilidad era estudiar hasta cumplir una edad para ser independiente.
TOP: ¿Cuándo inició su vínculo con el timón?
AO: Primero fui cajera en un supermercado y luego trabajé en una fábrica. Pero a finales del 2015 aprendí a manejar un carro liviano. Fui desarrollando una gran pasión por conducir. Me gustaban largas distancias, no me aburría. Ya trabajaba repartiendo mercancías en una “van” cuando empezó a interesarme el proceso de cómo retroceder enormes camiones en espacios tan pequeños. Busqué información sobre el trabajo de los motoristas, cuánto ganaban, cómo se hacía, pero debo admitir que fue una mujer la que me inspiró a intentarlo. Ella lo ponía pegado a la pared con gran habilidad y creí que yo también podría hacerlo.
TOP: ¿Cómo dio el giro de uno liviano a una máquina de esas dimensiones?
AO: El principio fue difícil porque el trámite exige dominar el inglés para realizar la prueba escrita, hablar sobre las partes del tráiler durante la inspección, el funcionamiento y de situaciones en la carretera. No me sentía capaz de aprender asuntos mecánicos pero tampoco renunciaba a la idea. Cuando llegó el momento y tras estudiarlo mejor, presenté la aplicación en la empresa, hice frente a los desafíos con optimismo y logré aprobar mis exámenes con altas notas.
Andrea Ochoa tiene hoy 23 años y asegura que personalmente nunca ha sentido los rigores de la discriminacion. Relata que ha intercedido por otras personas alzando la voz para que se respete su dignidad. “Nadie conoce el esfuerzo que nos mueve ni la necesidad de venir a un país próspero. Lo único que buscamos los inmigrantes es una oportunidad para avanzar”, enfatiza.
Oriunda de Choluteca, al sur de Honduras, esta joven emprendedora recuerda que su primer viaje en solitario fue estresante, pleno de nervios; llevaba un cargamento de productos desde la ciudad de Dallas a Grand Rapids, donde reside.

TOP: ¿Qué tal fue esa experiencia, usted sola contra el mundo de las carreteras?
AO: No quería hacer algo inapropiado o provocar un accidente que puede resultar fatal, pero estaba alegre a la vez por contar con la oportunidad de generar ingresos en lo que disfruto. Me ha pasado de todo. Confieso que me dieron ganas de llorar por sentirme superada por las circunstancias pero supe luchar contra ese sentimiento. Al transitar por tantos estados, recuerdo mi tierra, mi país, gente trabajando en las calles, ese olor a campo, y siento como si estuviera en Honduras. Todo eso sumado a la responsabilidad de conducir con prudencia me llevan hacia adelante siempre.
TOP: ¿Cuál es la siguiente milla en sus objetivos?
AO: Tengo mucha ilusión por seguir aprendiendo y el ímpetu para ser independiente, quiero adquirir mi propio camión y una empresa en el futuro. En esta industria se aprenden muchas lecciones que nos ayudan a crecer y ser mejores, cada día se abre esa posibilidad porque estamos expuestos a lo desconocido. En pocos años he logrado cosas que no pensé, pero Dios me ha bendecido porque he aprovechado el tiempo. Estoy en un rubro dominado por hombres pero no me pongo límites para desarrollar un buen trabajo como los demás.
Y lo hace sin historial de accidentes desde hace más de un año durante jornadas de 12 a 14 horas diarias a través de 48 estados de la nación. Andrea, quien se define perseverante, alegre y fuerte, es ya una experimentada “trailera” a bordo de un 2020 Peterbilt automático de 455 caballos de fuerza y doce velocidades, aunque también conduce un motorizado manual que jala una caja de 53 pies de largo con mercancías de todo tipo. El peso en conjunto ronda las 80 mil libras.
TOP: Usted dice que Dios ha jugado un papel trascendente en todo esto. ¿Cómo lo explica?
AO: Es la única protección que estuvo conmigo siempre para que no fracasara cruzando la frontera. Cuando no podía más, Dios puso energía a las personas que me cargaron. Esos dos hombres de los que hablé fueron enviados para salvarme porque tenía algo preparado para mí, aquí. Y hoy, en una profesión que conlleva alto riesgo, es mi amparo, mi compañero de viaje a toda hora, el que me da paz y seguridad, el que me hace sentir segura de acabar mi jornada sin problemas, de volver a casa y abrir mis ojos al día siguiente.
Poseedora de mucha vitalidad, confianza y determinación, Andrea se enfrentó al espinoso sendero de la migración ilegal con mil sueños en sus deterioradas sandalias. Varios años después surca autopistas colmadas de automotores que batallan contra el denso tráfico en la periferia de las ciudades, y en la época invernal desafía las tormentas de nieve para entregar la carga a tiempo. Nada parece detenerla en el objetivo de convertirse en empresaria del transporte, en conformar una familia a la cual enseñar sobre el valor del trabajo y a ser un ejemplo de no estancarse, a perseguir los ideales aunque parezcan inalcanzables. Y antes de apagar el motor de su bullicioso remolque por un rato, motiva a las mujeres a vencer los miedos, “a no permitir que alguien apague la luz que llevamos dentro. No dejen que sean otros los que decidan; nosotras tenemos mucho que ofrecerle a la vida”.
Mañana volverá a la cabina y encenderá el “truck”. Miles de millas esperan adelante conectando a California, Wyoming o Nueva York.